Que lindo volver a verte

Periodista, pero antes que nada de Los Andes. Nuestro cronista Paul Bordis vivió el partido desde la tribuna como los miles de Milrayitas que viajaron a Rosario. En primera persona.

 

Por Paul Bordis

Tengo que reconocer que fue una de las fechas que busqué apenas estaba el fixture confirmado. Para mí, era rememorar mi infancia y poder sentirme pleno cada vez que seguía al Milrayitas lejos del Gallardón. Regresaba la posibilidad de acompañar al equipo sin restricciones desde aquel 21 de mayo del 2007, la última vez que vimos a Los Andes desde la tribuna visitante en esa caída por 3-2, el día que Trapito Vega le dedicaba un gol a Maradona, quien estaba en uno de los palcos.

Pasaron 2168 días, casi 6 años. Una eternidad, una medida injusta que aún, al día de hoy, no resolvió nada y nos privó de seguir recorriendo rutas y avenidas para ver al Milrayitas. Mi equipo, el tuyo, el que ayer hizo una procesión de algo más de 300 km para desahogarse en Rosario. Soy sincero y digo que hace un par de semanas estaba queriendo saber el día y la hora exacta en la que íbamos a jugar con Central Córdoba, por este tema que ya todos sabemos: subirte al auto, ponerte la camiseta y enfilar para la cuna de la bandera con tal de alentar a Los Andes.

Desde el pitazo final de aquella lamentable derrota contra Almagro, no hacía más que pensar en este sábado que ya pasó, pero que difícilmente se vaya de mi cabeza. Me sentía el nene que era hace unos cuantos años atrás, ese que esperaba la orden de mi viejo para decirme “dale, saludá a tu mamá que nos vamos”, viajando para Tigre, Morón, River, Boca… Para gritar a través del tiempo los goles de Ferrer, Denis, Gianfelice, Vega, entre tantos otros… Obviamente, no pude con mi ingenio y tuve mi tiempo de entrar infiltrado en otras canchas, de apretar el puño y los dientes para no gritar algún gol en alguna platea ajena, una sensación extraña para quien tuvo esa locura.

Dormí poco pero no era excusa. A la mañana había que partir con destino al Gabino Sosa. El viaje comenzó a hacerse eterno con esa demora de 2 horas en la General Paz y la ansiedad ya me hacía temblar las piernas. ¿De nervios? Un poco sí, pero también por revivir esas tardes inolvidables que me tocó compartir. También pensaba en los chicos que tendrían esta experiencia por primera vez y en aquellos que no podían ir y se morían de ganas de estar. Para mí, eran muchas cosas las que viajaban a Rosario: esperanza, ansiedad, nervios, frustración, dudas, pero alegría sobre todo.

El día lluvioso, plomizo, no aplacó las ganas y nos vimos miles de personas envueltas en esta travesía. El partido, por muy poquito, quedó en segundo plano. Sin embargo, era chivo, había que ganar sí o sí para asegurar la categoría, al menos, hasta saber cómo va a salir San Telmo. Con dolor, en este torneo me hice matemático -cuando me la llevé todos los años en el secundario- para saber al término de las fechas a cuántos puntos estábamos de quien, cuántos nos faltaban para pasar a otro… No era saludable y menos cuando llegaban los resultados adversos.

Llegamos a Santa Fe, dimos un par de vueltas de más, pero ya estábamos ahí. Me sentí en casa cuando divisé a otros como yo en las inmediaciones, ya tenían sus camisetas, agitaban sus banderas y cantaban cerca de las naves que los transportaron a destino. También llegó el momento de separarme de mis compañeros y enfilar a la tribuna. Como tantos otros, me encontré con amigos, vecinos y conocidos. Nos mirábamos frente a las boleterías, alguno me dijo “¿no extrañabas esto?”. ¡Pero cómo no lo iba a extrañar, querido!

Se abrieron las ventanillas, nos agolpamos allí pero disimulamos la ansiedad haciendo la fila y esperando nuestro turno. Saqué mi correspondiente ticket, di un par de vueltas y entré sin pensarlo. Me sonreía solo, estaba más que contento y me sacó la idea de estar algo loco cuando pude registrar los mismos gestos en otros hinchas que iban a compartir los tablones conmigo. Así pasé la previa del partido, contento de acá para allá, saludando amigos, recordando viejas canciones hasta que llegó el momento. Salió el equipo y mi corazón no daba más, tenía que gritar con todo el “Lo, Los Andes” y agitar fuerte el brazo.

Ahí dio inicio nuestro partido. Durante 90 minutos teníamos la misión de hacer sentir acompañados a nuestro equipo fuera del Gallardón. Si bien está demostrado nuestro apoyo y colorido, ayer era especial. Los nervios se hacían evidentes con algún reclamo ante las situaciones que generaba el local o alguna cosa que no nos era favorable. Mientras tanto, yo tenía la obligación -impuesta por mí mismo- de cantar hasta no dar más y saltar con todos esos locos que amamos a este club.

Cada tanto miraba el reloj o me pedían los minutos y se hacía larga la espera para lo que también habíamos ido a buscar: poder gritar un gol en rodeo ajeno. Hasta que llegó esa definición de Cereseto que tapó el arquero. La pelota en el aire hizo que nos estremeciéramos todos y prestáramos atención hasta el último detalle, para terminar estallando cuando entraron la pelota y el defensor, y el delantero Milrayitas quedó desparramado por el piso festejando el gol, nuestro gol. Me abracé con mis amigos, con desconocidos, he visto gente emocionada. Llegó el desahogo y pensaba por qué, por qué nos toca sufrir tanto, pero cuando levantás la cabeza y están todos esos compañeros de cancha, entendés que es una sana enfermedad, que cuesta vivir sin Los Andes.

Me dio pena cómo terminó el encuentro, con incidentes y sin haber llegado a cumplirse el tiempo. Una lástima, hubiera sido lindo festejar como otro gol ese pitazo final, esa nueva victoria que nos hacía casi total el pensamiento en el próximo torneo en miras de lograr volver al Nacional, hasta ahora una utopía mía porque ni siquiera terminó esta temporada. Salí hablando con tantos otros que compartían su experiencia conmigo, qué les generaba volver a ver al CALA de visitante y me sentía tan identificado. Pero como todos, me iba feliz, feliz por tener el alma roja y blanca, feliz por ser de Los Andes.

 

FOTO: MAXIMO PALAMARA

 

 

Domingo 28 de Abril de 2013 | Fútbol Profesional


subir