''Fue lo más grande de toda mi carrera''
Seguimos repasando la fiesta del último viernes. En esta ocasión, un mano a mano con el Negro Romero, el último gran ídolo de Los Andes. "Dentro de la cancha éramos once guerreros", recuerda de aquel equipo del 2000.

Por Pablo Varela
Con 15 temporadas en el club y 293 partidos oficiales está segundo a 63 juegos de Oscar Giorgi. Es el último ídolo de Los Andes. El viernes último se lo vio emocionado, repartiendo saludos a todos y recordando una epopeya que lo tuvo como uno de los protagonistas principales. El negro Romero, un fenómeno Milrayitas.
Presente en esta celebración y recordando aquel grupo que llevó al club a lo más alto, luego de casi tres décadas…
La verdad que aquello fue algo impensado. Cuando nos juntamos con los muchachos de ese plantel siempre recordamos que la idea fue siempre sacar la mayor cantidad de puntos posibles porque nos teníamos que salvar del descenso. Se armó un equipo sin muchos nombres, está a la vista que el arquero Sala, Ferrer, Nasta eran jugadores que en sus clubes no eran titulares y bueno a medida que fue pasando el torneo nos fuimos dando cuenta que el equipo estaba para más, que era cosa seria y fue así que pudimos lograr el tan ansiado ascenso.
Y justo se dio esa alegría en tu vuelta al club de la mano de Jorge Ginarte. Un regalo que no te lo esperabas...
Imagínate. Yo en ese momento ya llevaba quince años en el club, desde las inferiores a Primera,. Y para cambiar un poco de aire me había marchado por esas temporadas: estuve dos años en San Martín de Tucumán y un año en Nueva Chicago. Después me llamaron nuevamente y volví a mi casa para ascender con Los Andes. Es sin dudas, lo más grande que me pudo haber pasado en toda mi carrera.
Por aquella época Orlando Romero ya no era ese puntero intratable que jugaba bien pegado a la raya, como un malabarista de la línea de cal. Ahora se había convertido en un media punta muy explosivo, que comandaba todos los ataques Milrayitas, abasteciendo a Ferrer, Caiafa y a Felipe...
Digamos que sí. Sobre toda las cosas con la enorme tranquilidad que salía a jugar todos los partidos por la confianza que me daba Jorge, si bien creo que me gane la titularidad en ese puesto, porque había varios muchachos de gran calidad para jugar, como Mario Vera, que venía de Rafaela y el rusito Jorge Ribolzi. Pero Jorge me dio esa confianza y me puso en el mismo lugar de la cancha como en San Martín de Tucumán. Por suerte las cosas me salieron bien, pude jugar todo el torneo de titular y terminé coronando el año con la vuelta.
Cómo eran esos días de convivencia en el plantel cuando la ilusión del ascenso iba creciendo paso a paso...
Nos pasó de todo, cosas buenas y cosas malas. Yo creo que el grupo se fue curtiendo en la humildad. Era un equipo que tal vez no brillaba, pero dentro de la cancha éramos once guerreros que luchaban por el mismo objetivo.
Y la muestra del temple del equipo fue aquel famoso partido con Quilmes 3-3, donde les empatan sobre el final de manera inexplicable...
Bueno ese partido fue un golpe muy duro para nosotros pero pudimos revertir esa situación y en el Reducido demostramos por qué éramos el mejor equipo de todos. Estábamos muy bien anímicamente de la cabeza y creo que eso fue fundamental para ganar el campeonato.
Unas últimas palabras en memoria de Jorge Ginarte, a quien tuvimos la desgracia de perder hace muy poco...
El mejor recuerdo. El gestor de un equipo que no tenía grandes figuras, que no brillaba, pero siempre luchando contra viento y marea. Ese equipo tenía un pensador fenomenal, un tipo que estudiaba a cada rival, que conocía los secretos de cada uno y sabía como jugarles, ese tipo era Jorge Ginarte. Un ejemplo para todos.